¿Para qué el color?

¿Para qué el color?

 Elkin Bolaño-Vásquez

 
Coordinador educativo. Fundación BAT
 
Si nos hacemos esta pregunta desde el punto de vista evolutivo, nuestro interés estaría permeado por descifrar las necesidades que vinieron a solucionar los colores, ya que la evolución supone un modo de identificación de los procesos más eficientes con un propósito específico para luego incorporarlos como beneficios para la vida. Sin embargo, dos ejemplos emblemáticos de las funciones del color en la naturaleza no nos llevan a la idea de eficiencia, al menos de manera inmediata, pues son usos del color que requieren de procesos químicos y físicos complejos que demandan mucha más energía. Pensemos en las funciones de las plumas del pavo real y el camuflaje del camaleón. 
 
Las plumas del pavo real son los elementos del repertorio para lograr el apareamiento y crear la ilusión de la presencia de muchos ojos, expectantes y amenazantes, que al convertirse en una suerte de ejército se reducen las posibilidades de ataque de cualquier depredador, además de mostrar jerarquía y proteger su territorio de otros machos de su especie. El caso del camuflaje del camaleón nos indica la invención de la una ilusión de invisibilidad, reflejando la apariencia de su entorno. 
 
Ambos casos indican, al igual que en muchos animales, que el color juega con el dualismo entre la apariencia y la advertencia, ya que dependiendo de si quien observa es una potencial pareja o un atacante, el color ya tiene adscrito, naturalmente, un significado, lo que nos invita a derivar sus funciones químicas y físicas en operaciones simbólicas y metafóricas que son propias de la especie humana y la expresión artística. Se advierte, entonces, que tales operaciones pueden estar contenidas en una versión de belleza primigenia de la cual se originan las ideas subjetivas de belleza que definen los gustos y desagrados. Sin embargo, no hay que desestimar que la belleza subjetiva no es una propiedad exclusiva de la especie humana porque ¿cómo se explica que las hembras del pavo real o de las aves del paraíso, por ejemplo, escojan uno de entre sus varios pretendientes?
 
Los ejemplos observables en la naturaleza sobre las funciones y los usos del color pueden distanciarse discursivamente de lo que las personas y las artes hacen y pretenden con él. Discursivamente porque es el lenguaje hablado o escrito el que ha permitido descifrar matices simbólicos y semánticos que se relacionan con la vestimenta, los ornamentos, la decoración o la publicidad, porque afectan directamente los procesos psicológicos para la toma de decisiones. También existe literatura relacionada con los significados del color en las descripciones místicas, en los estados de las auras o en las potenciales evoluciones de las almas, con una terminología cercana a la ciencia debido a que en sus referencias los colores son combinaciones de luz y de sombras, que también es la descripción del claroscuro en el dibujo y la pintura.
 
Otra diversidad semántica del color se encuentra en los estados alterados de consciencia como la psicodelia porque supone una vivencia psicológica absoluta cuya riqueza cromática tiene el potencial de absorber la función neurológica del lenguaje, limitando la posibilidad de verbalizar lo que este tipo de experiencias permiten sentir, porque la psicodelia contiene múltiples variaciones de un mismo recorrido, matizaciones que surgen en cada movimiento, bifurcaciones y giros inesperados, caídas vertiginosas y placeres a la deriva, profundidades oníricas y gritos de tranquilidad. 
 
 Para responder la pregunta del título debemos asumir los colores y sus matizaciones en dos momentos. El primero de ellos, como experiencia semántica que está codificada en las estructuras genéticas de la vida, haciendo del color un condicionante biológico. El segundo surge como repercusión de la semántica genética porque amplía su gama simbólica y metafórica, convirtiendo al color en parámetro cognitivo para la toma de decisiones. Ambos momentos establecen que el color es parte constitutiva del comportamiento de la vida.
 
Lo anterior nos ofrece una conclusión tentativa. Los rituales de apareamiento que dependen del color y sus movimientos podríamos considerarlos formas de expresión artística que son propias de animales y que la especie humana ha multiplicado, renovado y perfeccionado persistentemente por el deseo, nunca satisfecho, de apropiarse de la belleza absoluta e inasible de la naturaleza.
 
 

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