La primera Fiesta de las Flores se celebró en mayo de 1957. Desde ese momento apareció también el Desfile de Silleteros.
Fue en 1968 que empezó a celebrarse en el mes de agosto para conmemorar la Batalla de Boyacá y la Independencia de Antioquia.
El culto a las flores hace parte de un homenaje a la mujer, a la fertilidad y a la vida.
Cada vez que don Óscar de Jesús Atehortúa piensa en el día en que no podrá salir en el Desfile de Silleteros, la tristeza llega a su mirada. Dice que son dos las razones que lo mantienen vivo, una es cuidar de su huerta orgánica, otra, preparar la silleta tradicional que luce con tanto orgullo desde 1969, 11 años después de que empezara el evento.
Don Óscar es uno de los 19 silleteros que hacen parte del grupo de pioneros, aquellos campesinos que llevan toda una vida desfilando, que han visto cómo el desfile que inició con apenas 30 silleteros, hoy es es el evento más importante y más esperado de la Feria de las Flores, incluso, la cultura silletera ha sido declarada como Patrimonio Inmaterial de la Nación.
Las arrugas en el rostro de Josefina Londoño dan cuenta del paso del tiempo. En la historia de su vida el Desfile ocupa la mayoría de años. Si bien apenas empezó a caminar hace ocho, su esposo lo hizo desde los orígenes del evento. Ambos crecieron cultivando flores. Josefina recuerda cuando en su casa se alistaban las silletas para bajar a venderlas en la Plaza de Cisneros, recuerda también que debían esperar en la carretera a que el hombre de la casa llegara nuevamente, esta vez con las silletas cargadas de mercado.
Josefina recuerda, también, una protesta. Se le decía adiós a Cisneros, al corazón de Guayaquil. Y muchos se quedaban sin un lugar para vender sus productos. Entre ellos los campesinos de Santa Elena. Para hacerse notar, tomaron sus silletas llenas de flores, las cargaron en su espalda y se unieron a la marcha. Para ella, ese fue el origen del tradicional Desfile de Silleteros.
El antropólogo Édgar Bolívar, quien ha estudiado a fondo el origen de la Feria de las Flores, dice que si bien este no puede ser considerado el origen del evento, sí conlleva ciertas similitudes. “Para la gente de Medellín siempre era un espectáculo ver a los silleteros bajando sus mercancías”, explica. Óscar recuerda cómo la gente siempre salía a los balcones cuando ellos llegaban a la ciudad.
Los silleteros, incluso, hacen referencia que para hablar de la historia del Desfile es necesario ir mucho más atrás y entender que la silleta no era una herramienta de exhibición, sino un medio de carga y transporte. De esa época, don Óscar recuerda lo que era bajar caminando a Medellín: “teníamos que salir muy temprano para llegar con el amanecer y luego, regresábamos con el mercado de la semana. La mayoría de las veces hacíamos trueques: flores por comida”. Pero si se quiere ir más allá, el origen del silletero se remonta a épocas esclavistas, en las que poblaciones afro e indígenas eran las encargadas de llevar las cargas por aquellos caminos que no eran apropiados para que las bestias circularan por ellos. Como se usaban sillas, de allí el nombre de silletero para quien cargaba en ellas personas y mercancías. Los campesinos de Santa Elena utilizaron este recurso a principios del siglo XX al ver que no podían llevar a Medellín flores, verduras y carbón puesto que no existían caminos ni medios de transporte para bajar al Centro. Si se les pregunta, Óscar y Josefina aún recuerdan ese camino por el que pasando por La Milagrosa llegaban al Centro de Medellín.
Hablar del origen del Desfile de Silleteros sin mencionar lo que hoy conocemos como Feria de las Flores es imposible. El comienzo del evento se sitúa en mayo de 1957. ¿Por qué mayo? “Nuestra sociedad es una sociedad matriarcal en la que la mujer tiene un papel fundamental como centro y cabeza del hogar”, explica la antropóloga Luz Marina Vélez. Y mayo es el mes de las madres. Aparecen acá vínculos interesantes entre la figura de la madre, el culto a María y el culto a las flores. Ambos investigadores coinciden en decir que el hecho de que las fiestas giren alrededor de las flores incluye un culto a lo femenino y a la fertilidad. “La fiestas y las ferias deben abordarse desde el conocimiento de una característica cultural, en nuestro caso, la agricultura, que en Medellín se resignifica a través de ese imaginario del campesino paisa”, explica Luz Marina quien añade además que ese culto reconoce en Antioquia un territorio fértil. “La Feria de las Flores celebra entonces la vida”, explica.
Retomando la historia, Bolívar recuerda que las exhibiciones florales en Medellín datan de la época de 1940. “No se hacían bajo la forma de desfile, pero desde esa época participaban ya los maceteros, es decir, los cultivadores de flores de Santa Elena”. No se sabe a ciencia cierta cuál fue el origen del Desfile y de la Feria. Sin embargo, Martha María Peláez, abogada especialista en patrimonio histórico, cuenta que fue en 1957 cuando la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín decidió retomar la Fiesta de las Flores, celebración que la misma organización llevaba a cabo a principios del siglo XX. “El motivo de la renovación de las fiestas no solo fue lograr procesos de cohesión social, sino de atraer el turismo”, explica. En esa época se celebraba en las primeras casetas o tablados, se hacía el reinado de belleza, se organizaba un congreso sobre folclor y tenía lugar una exposición floral de los campesinos de Medellín que mostraban sus flores en silletas y macetas. Era un culto a las plantas pero, también, a la naciente industria antioqueña.
Para Bolívar es difícil establecer una historia lineal de ambos eventos puesto que se separan y se unen en diferentes años. Hay cambios de fecha, cambios en recorridos y otros sucesos que hacen difícil establecer una línea de tiempo. Sin embargo, no es imposible. Según cuenta el antropólogo en 1957 el evento es bautizado como Fiesta de las Flores y su espectáculo central fue un pequeño desfile de silleteros en el que dice Óscar de Jesús Atehortúa, participaron unos 30 campesinos. Durante los dos años siguientes, la Fiesta es cancelada por motivos de orden público y en 1960 regresa con el nombre de Fiesta de la Libertad y las Flores. El año siguiente recibe el nombre de Feria de los Textiles y las Flores y luego, en 1968, la Feria cambia de fecha al mes de agosto para celebrar la Batalla de Boyacá y la Independencia de Antioquia. Don Óscar empezó a desfilar en agosto de ese año y no ha parado desde entonces.
A pesar de los cambios, la identidad de la Feria sigue fundamentada en el Desfile de Silleteros, que con los años fue ganando protagonismo dentro de la celebración. De hecho, además de una cronología basada en los años, Bolívar establece además ciertas etapas en la evolución del Desfile que parten de la floricultura como método de subsistencia y que poco a poco se convierte primero en exhibición, luego en competencia y finalmente, en exposición. Hoy, los cuatro parámetros se cumplen, pero en la historia este proceso es el que muestra cómo las flores salieron de los clubes sociales de alta alcurnia para llegar a las calles: “hay una transición entre el balcón, los jardines y, finalmente, las avenidas”, explica el investigador social.
De igual modo, tanto para Bolívar como para Peláez, el Desfile de Silleteros ha sido motor del desarrollo de Santa Elena y de Medellín. Por un lado, el evento ha seguido las pautas del desarrollo arquitectónico de la ciudad, por otro, es fuente de turismo para el corregimiento y ha permitido que casi la totalidad de sus vías se encuentren pavimentadas. “Que los campesinos puedan sacar sus silletas de las fincas silleteras ha sido un objetivo primordial”, explica Martha María Peláez.
La flor es la manifestación creativa de un evento que ya hoy es referente nacional e internacional, es la forma en la que las ideas de los campesinos se materializan en una silleta. Aunque el armado de una silleta tradicional es cuestión de horas, una monumental o una emblemática puede tomar meses. “Hay además un proceso de entender la realidad, de saber qué está pasando, de hacer análisis e interpretaciones y de seguir tendencias”, explica Martha María Gaviria. Así, no solo los motivos elegidos tienen una razón de ser, sino que la elección de las flores y su disposición siempre responde a una lógica y a un lenguaje que para Bolívar dan cuenta de una creatividad y de una identidad cultural que desfilan al mismo tiempo que un silletero.
Don Óscar lleva ya varios años cargando su silleta tradicional. Habla con orgullo de su jardín, conoce las flores de su tierra y son las que usa en la confección de su obra. Es feliz caminando, recorriendo las calles de Medellín y, como Josefina, siente felicidad cada que alguien admira su creación. En su jardín empiezan ya a crecer las plantas que dentro de unos meses serán su orgullo en el Desfile.
Mientras cocina, Josefina, mujer pequeña y entrada en años, conversa sin parar. A pesar de su cirugía de corazón, no deja de caminar. Nunca ha desfilado en un carro y, aunque se lo ofrecen cada año, siempre les dice que no. “No hay nada como caminar con la silleta en la espalda, oír las voces de aliento, que la gente se ponga feliz por lo que uno carga”, dice con una sonrisa en su rostro.
Agosto es el mes más feliz para los 500 silleteros que salen cada año. Pero es más feliz todavía para los 19 pioneros que año tras año se arman de fuerzas para desfilar. “Al final, esperar un año para desfilar y sentir los aplausos de la gente… Eso es lo que me mantiene vivo”, concluye don Óscar