Son un vigoroso conjuro de fertilidad, a ritmo de Torbellino, con acompañamiento de chirimía, propio de la Parcialidad Indígena de La Montaña, en Riosucio. Los danzarines representan “los espíritus de los cuatro vientos” según los puntos cardinales: Oriente, Occidente, Norte, y Sur. Ellos regulan con un poder mítico la productividad de la Madre Tierra. Al implorarle, golpeándola con bastones ceremoniales, ha de lograrse su despertar para que no deje de prodigar sus frutos.