Nueva Cultura nació como grupo de músicas populares campesinas en 1976, en plena ciudad universitaria de Bogotá, cuando la universidad Nacional hervía en movimientos políticos de izquierda y éstos conspiraban en sigilo a favor de una huelga nacional contra el gobierno y una huelga petrolera de la unión sindical obrera. eran tiempos y lugares en que eso de dedicarse a cantar era visto como un autocultivo pequeñoburgués.Los diez muchachos fundado-res hicieron una opción entonces heterodoxa: dedicarse al trabajo cultural y artístico, como una postura política. No todo debía ser la línea correcta, compañeros, es decir las interminables fatigas obtusas de las células clandestinas del momento. se aplicaron así a sus arpas, bandolas, tambores, requintos, cuatros, fautas, maracas, contrabajos, guacharacas, tiples, guitarras, esterillas, chuchos y vo-ces, e hicieron de ellos sus armas de lucha en medio de ensayos, con-ciertos, grabaciones, investigacio-nes y docencia, vieron declinar el brío de sus antiguos compañeros revolucionarios, vieron pasar ocho presidentes de la república, vieron emerger y abatirse a los capos de los carteles de Medellín y Cali, vieron surgir y pacifcarse varios grupos guerrilleros, vieron enfurecerse a los dos más gran-des de éstos, vieron el fracaso del discurso de la trasformación global de las estructuras sociales. Y ellos... ahí. en 2006, cuando el actual primer mandatario de los co-lombianos termine su período —¿su primer período?—, los Nueva Cultura habrán completado treinta años de trabajo musical, más bien callado, y habrán de-mostrado que sus vibraciones tenían más poderío que las de los comisarios políticos del mar-xismo criollo. De hecho, ya hoy han ganado una victoria, a la vez política, ética y estética. Pero esta victoria hace rato los ha lanzado a otra batalla. Han grabado nueve discos y preparan una compilación de los mismos; han ganado premios sobre grupos tan reconocidos como Los Gaiteros de san Jacinto; han hecho giras y participado en eventos en Venezuela, Argentina, México, Brasil, Cuba y el Caribe; han creado una fundación de la que se desprende una escuela de Formación Musical para Niños y Jóvenes en convenio con la uni-versidad Nacional, un preescolar artístico, una primaria musical y, próximamente, un bachillerato musical; han creado cuatro gru-pos musicales infantiles, llamados Ámbar, Azurita, Magenta y sepia, con los cuales han grabado cuatro discos y tienen otro en prensa; han formado varias generaciones de músicos profesionales, que a su turno crearon grupos como Sinsonte, que en 2003 lanzó su primer disco Mimus políglottus; educan musicalmente en la ac-tualidad a más de 500 niños y jóvenes, con un equipo perma-nente de 60 profesionales activos; realizan 50 conciertos al año; participan en el Consejo Distrital de Música y presiden el Nacio-nal, escenarios donde inciden en las políticas públicas del ramo; cuentan con varias sedes, urbanas y campestres, donde ejercen la pedagogía musical, con métodos propios creados por ellos mismos desde cuando fueron directivos de la Academia superior de Artes del Distrito, Asad; son miembros activos de los encuentros de la Canción Infantil Latinoamerica-na, realizados desde 1994 en La Habana, Maracaibo, México, Cór-doba, Bogotá y Bello Horizonte; fundaron el Movimiento Colom-biano de la Canción Infantil, que ha realizado tres festivales.Como se ve, Nueva Cultura es toda una empresa artística, docente e investigativa, muy ramifcada, cada uno de cuyos componentes opera con auto-nomía administrativa, bajo un concepto hallado a lo largo de los años, el de las músicas caribes iberoamericanas, que ellos sono-ramente llaman “Ciam”. Llegaron a él tras la comprobación de que la división política de los países del continente es muy estrecha para nombrar sus músicas, y, en consecuencia, es preferible reco-nocer una hibridación cultural, según la cual, por ejemplo, la salsa no sería un ritmo neoyorquino ni norteamericano, sino latino. Pues bien, aquí aparece el otro campo de batalla mencionado arri-ba. este trabajo de picapedreros de los Nueva Cultura, prolongado año tras año en complejas crea-ciones materiales y espirituales, si bien es reconocido y apreciado en los círculos especializados de la música popular, no ha logrado penetrar ni los grandes circuitos de producción y distribución de discos, ni las páginas y ondas de los medios masivos de comuni-cación. Ni la radio ni la televisión ni las empresas disqueras le han dado el espacio necesario para que los colombianos se acerquen a sus sonoridades. Por eso, mientras triunfan Carlos Vives, Juanes y Cepeda, mientras surgen grupos de fusión que logran un aceptable grado de penetración, los cantos propios y los arreglos de Nueva Cultura no trascienden más allá del círculo de sus iniciados. Jorge sossa, el fundador y líder del grupo reco-noce que desde hace dos años se están planteando cómo circular, cómo encontrar la clave que les permita a estas músicas entrar en los canales comerciales. sossa, al igual que varios de sus originales cómplices, guarda una apariencia juvenil, estilo años sesenta, a pesar de que varios de sus hijos son hoy adultos y con-forman grupos musicales que, a su juicio, lo trascienden a él. es como si el vivir en medio de la música le proporcionara el elíxir de la juventud perpetua. se agita en su ofcina aledaña a la universi-dad Nacional, habla por teléfono taxativamente, le da instrucciones a su asistente, detiene el paso del tiempo con su surtidor incesante de energía.